Beschreibung
Con los documentos justificativos presentados respectivamente por los oradores; las votaciones e incidentes del debate, según consta en el Diario de las Sesiones; y varios escritos que contribuyen a ilustrar el asunto. Enc. de época en piel. Ultimas hojas con unas roturas reparadas de antiguo. 349 pp. Imp. de la Época. Madrid, 1870. Isabel II perdería el trono en 1868 en un contexto cuyo telón de fondo venía marcado por las contundentes críticas al Patrimonio Real y por las acusaciones de robo de las joyas de la Corona. Asuntos supuestamente privados o, cuando menos, que se querían como tales, interferían en la esfera pública, al tiempo que desde la política la monarquía y sus titulares se veían permanente expuestos y cuestionados. Aunque la fe monárquica no quebró en ninguna de las dos grandes familias liberales, sí que lo hizo la dinástica, propiciando de esta manera la confrontación de proyectos e imaginarios diversos de monarquía. Esto se hizo patente por primera vez durante la coyuntura revolucionaria del denominado Bienio Progresista (1854-1856), y se acentuó a partir de 1865. En medio de acaloradas intervenciones de los miembros de las Cortes a propósito del Patrimonio Real y de la "lista civil", cuando ya la cuestión se dejaba zanjada y deslindada con claridad, volvió a emerger otro viejo conflicto que tenía que ver con las joyas de la Corona. A su vez, se relacionaba de manera explícita con el testamento que el rey Fernando VII había dejado escrito, acompañado de un supuesto inventario de las joyas existentes en palacio en el momento de su muerte. La turbia gestión que de la testamentaría hizo la regente María Cristina, así como la desaparición del inventario fernandino, se tradujo en una intencionada falta de claridad entre bienes de libre disposición y bienes vinculados a la Corona. De hecho, en las sucesivas ejecuciones de dicha testamentaría, hasta la casi definitiva transacción realizada en 1858, se abusó extraordinariamente del carácter de bienes de libre disposición, entre los cuales siempre se tuvo la sospecha de la existencia de una gran cantidad de joyas que, o bien fueron sustraídas por María Cristina, o bien habían ido a parar a manos de sus hijas. Cuando Isabel II, en 1868 marchó al destierro parte de la prensa le acusó de ir "acompañada" de una gran cantidad de estas joyas que, en realidad, pertenecían a la Corona.La prensa conservadora y progresista se enzarzó en acusaciones mutuas, insistiendo la primera en la naturaleza privada de las joyas y en la magnanimidad constante de la reina. La prensa extranjera se hizo eco también de la polémica, manteniendo en general, especialmente en Francia, una actitud más benévola hacia Isabel II. El mismo Napoleón III llegó a mostrar ante el embajador de España en París, Salustiano Olózaga, «su descontento por las acusaciones que en las Cortes ha hecho el señor Figuerola contra su tío José (I), rey de España, respecto a la desaparición de los diamantes y joyas». Bestandsnummer des Verkäufers 12935113
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