Reseña del editor:
«Querido Estrada: (...) veo que su ánimo corre parejo con el mío. Ando con una depresión muy fuerte, motivada por el atraso en mi precaria salud...». Así comienza la última carta que Horacio Quiroga envió unos días antes de su suicidio a Ezequiel Martínez Estrada. Desde su retiro en plena naturaleza en la Cuenca del Plata, Quiroga encontró en Estrada un confidente ―un hermano, más que un amigo― con quien compartir y desahogarse. Cuestiones de índole práctico, cuitas sentimentales, agobio económico, reflexiones acerca de la música y la literatura... Todo ello va aflorando en unas misivas conmovedoras ―escritas entre el 19 de agosto de 1934 y el 9 de febrero de 1937. Palpita en ellas la soledad, la estrecha economía, y las frustraciones de Quiroga durante los postreros años de su intensa vida. Antecede a las cartas un ensayo basado en las mismas, cuyo título, «El hermano Quiroga», anuncia el retrato íntimo que hace Estrada de un ser humano esencial y «descivilizado». Con él sintió compartir «una hermandad de sangre, una afinidad espiritual y una identidad de ser y de destino como solo se conocen en mitos y leyendas».
Biografía del autor:
Ezequiel Martínez Estrada nació en San José de la Esquina, provincia de Santa Fe, el 14 de septiembre de 1895, y murió en en Bahía Blanca (Argentina) el 4 de noviembre de 1964. Fue escritor, poeta, ensayista, crítico literario, biógrafo y académico. Forjó su pensamiento influido por Freud, Simmel y Spengler, entre otros. Fue crucial en sus ideas la obra de Keyserling, por sus convicciones telúricas y deterministas, según la cual la geografía es un factor esencial en la formación de la personalidad humana. Ezequiel se inició como poeta, con la publicación de Oro y piedra (1918), Nefelibal (1922), Motivos del cielo (1924), Argentina (1927) y Humoresca (1929). En 1946 comenzó a colaborar con la Revista Sur, dirigida por Victoria Ocampo. En esa década, publicó obras de teatro, cuentos y novelas cortas. En 1945 abandonó los cargos públicos por su rotunda oposición al gobierno de Perón. Luego de una enfermedad que lo mantuvo postrado entre 1950 y 1955 retomó la escritura con Coplas del ciego (1959), un conjunto de aforismos; ese año viajó a México, donde se dedicó a la enseñanza, y en 1960 marchó a Cuba. Allí permaneció un año trabajando en una monumental obra sobre José Martí. Otras obras narrativas de este autor son Tres cuentos sin amor y Sábado de gloria (ambas de 1956), Examen sin conciencia (1956), La tos y otros entretenimientos (1957). Entre sus ensayos figuran Sarmiento (1946), Invariantes históricos en el Facundo (1947), Muerte y transfiguración de Martín Fierro (1948), ¿Qué es esto? y Cuadrante del pampero (los dos de 1956), Las 40 y Exhortaciones (1957).
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